28 de febrero del 2016
“Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…” empezaba un texto escrito a mediados de 1848, que con el paso del tiempo
serviría de inspiración a las grandes revoluciones del siglo XIX hasta nuestros
días: El manifiesto del partido comunista. En aquel tiempo, Marx y su camarada
de lucha, Federico Engels, dedicarían su vida y sus esfuerzos a poner las
primeras piedras del movimiento obrero internacional. Estudiando asiduamente
los clásicos de la Economía política Inglesa, la filosofía Hegeliana y Alemana
en general y alimentándolo de estudios sobre los movimientos sociales en
Francia principalmente, Marx empezó a crear una ideología diferente a sus
antecesoras que sirviera no solo para comprender y analizar el mundo, sino que
ayudara a su transformación.
Para dejar en claro este nuevo movimiento obrero,
diferenciándolo de las corrientes de socialistas pequeñoburgueses, socialistas
utópicos y Bakuninistas, Marx procedió en varios artículos a contrastar estas
ideologías con su pensamiento. En 1847 durante las discusiones en el Congreso
de la Liga de los Comunistas en
Londres, la responsabilidad de trazar los ejes del pensamiento de dicha liga
recayó en Marx y Engels, quienes aceptaron gustosos la responsabilidad.
En este texto se hace hincapíe en uno de los ejes
fundamentales del pensamiento marxista. A través del estudio de la historia se
comprendió que el motor en el cual se había logrado transformar las sociedades
en diversos momentos y lugares era sobre la lucha de clases, y que la sociedad
hasta nuestros días seguía dividida principalmente en dos clases que se
mantenían en constante conflicto. A través de ello se desprendía la idea
fundamental de reivindicar el protagonismo de la clase obrera, naciente en
Europa, como la única, por sus condiciones materiales, de transformar la
sociedad y dirigirla hacía un escaño económico, político, social y cultural más
alto: el comunismo. El capitalismo según los autores del manifiesto había
jugado un papel revolucionario en la sociedad, sin embargo en un periodo de
tiempo muy corto había entrado en una contradicción. Hoy día se ve aún con más
claridad que los grandes avances tecnológicos no han servido para desaparecer
las contradicciones que señalaba Marx, sino para atenuarlas. Los mismos
teóricos pequeñoburgueses evidencian estos hechos. El último informe de la
asociación burguesa OXFAM recita lo siguiente: “La desigualdad extrema en el
mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la
población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del
planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el
sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de
millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que
una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir
con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad.”
Cifras parecidas son arrojadas incluso por organismos tan capitalistas como el
Fondo Monetario Internacional.
El punto marxista difiere sin embargo de estos organismos
que no serán con programas de caridad, que ofrecerán algunas migajas a los
obreros y desocupados, que se logrará revertir la miseria, sino con una lucha
de clases. Quien aún dude de que la lucha de clases sobreviva hasta nuestros
días puede observar el día a día de millones de personas que viven con sueldos míseros,
y si eso no le basta le contestará el empresario capitalista estadounidense
Warren Buffet: "hay una lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la
clase rica, la que hace la guerra, y estamos ganando".
Como hace casi 200 años peleamos no solo contra el sistema,
sino contra las tergiversaciones que los traidores de clase han hecho del
marxismo. Contra estas teorías anteponemos el pensamiento que solo una lucha de
clases encabezada por la clase trabajadora, lxs obrerxs en alianza con el
campesinado pobre, puede hacer saltar por el aire al sistema capitalista
internacional y su división de clases. Este era el punto principal del
manifiesto en 1848. Esa es hoy nuestra consigna.
¡Trabajadorxs de todos los países, unidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario