2 de octubre en la lucha de clases




A la base trabajadora:
Al estudiantado combativo:




El día dos de octubre de 1968 se ha enmarcado en la memoria de la clase explotada como uno de los más sangrientos en la historia de la lucha de clases en México.
Gustavo Díaz Ordaz, presidente priista en el periodo 1964-1970, desde Los Pinos vigilaba las operaciones activamente, con la asesoría directa de la CIA, quien temiendo un nuevo levantamiento revolucionario en Latinoamérica daba seguimiento al movimiento estudiantil mexicano. El batallón Olimpia, miembros del ejército y algunos infiltrados se encargarían de iniciar la confrontación. La represión fue brutal, el movimiento estudiantil estaba desprevenido y la acción del aparato fue más parecida a un cazador que toma por sorpresa a su presa, que a un enfrentamiento, como se quiso manejar en un inicio por los medios capitalistas. Muertos por montones en la plaza de Las Tres Culturas, el ejército no titubeo para entrar a los domicilios particulares de manera arbitraria y hacer otras tantas detenciones y asesinatos. El saldo oficial, como lo anunció Díaz Ordaz, manipulando las cifras, fue de 26 muertos, mil 43 detenidos y detenidas, pero sabemos la verdad, lo que el octubre rojo dejo más de 300 asesinatos.
Lo que vino después de la masacre es el modus operandi del aparato estatal observado en tantas otras masacres, iniciando con el silencio de los medios oficiales, a la cabeza el fallecido Zabludovsky anunciando un día soleado. Le apostaron al silencio y el olvido.
Al día de hoy, lejos de difuminarse las contradicciones sociales que sumen en la miseria e incertidumbre a la clase trabajadora y que llevaron al estudiantado de 1968 se han profundizado aún más. Nuevos golpes en distintas partes de México: las reformas estructurales impuestas, las desapariciones forzadas, la militarización, la agudización de la pobreza y muchas más, la situación a nivel mundial empeora cada día mas solo para la clase trabajadora de la ciudad y el campo. Desde ese análisis debemos de fijar una postura de clase ante el estado y las instituciones burocráticas, dejando de una vez por todas de confiar en ellas, pues al tener a esas instituciones bajo su control, el estado capitalista nunca las utilizará para castigarse. Cada golpe asestado al movimiento social es un ejemplo vivo de la división de clases. A partir de ese análisis podemos partir y llegar a la conclusión que la única vía para conseguir justicia es la organización de la clase explotada. Bajo la consigna de ninguna lucha aislada más, podemos llegar a un común acuerdo para golpear juntos, teniendo claridad en el objetivo que perseguimos, y no dejándose llevar por organizaciones e individuos oportunistas. Confiemos en la movilización y en el estudio de la situación que enfrentamos para poder llegar a la construcción de una sociedad donde no tenga cabida la explotación.



¡Ninguna concesión al estado!
¡Ni una lucha aislada más!
¡Construyamos organización honesta y desde abajo!

Combativamente Periódico ¡El Comienzo!

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