Pedagogía libre, pedagogía crítica.

Noctambula Franco/ Francisco Navarro.

Desde hace años se habla de un proyecto pedagógico alternativo o sencillamente de una pedagogía alternativa, entendiendo lo alterno en sentido progresista. Sin embargo, muchas veces se ha continuado con prácticas bastante tradicionalistas que no se acercan a la formación de un hombre nuevo, sino a la reproducción de un modelo que asegura la continuidad del sistema.

México y otros países implantan un modelo educativo diseñado por organismos internacionales para favorecer a la gran burguesía. Este modelo reduce a la educación escolar a un estrecho espectro cognitivo, en lugar de que sea una introducción robusta y amplia de los aspectos humanizantes de la cultura entera. El sistema educativo mexicano impone un modelo que menosprecia la enseñanza de las ciencias sociales y humanidades para introducir asignaturas que tecnifican el conocimiento. Las materias humanistas, que guían al docente y al estudiante a ser críticos al sistema capitalista para combatirlo, son mermadas o desaparecidas de los planes de estudio. 


Es muy importante señalar que difícilmente se promueve en el alumno el arte de reflexionar por sí mismo. “Para ser considerado un buen estudiante, el niño está obligado a callar, atender, seguir las indicaciones, hacer fila y no moverse demasiado. Estos son los “valores” que promueven el sistema educativo atado al capitalismo y ahora reformado para tener más mano de obra barata. Las cosas están bien o mal dependiendo de lo que diga el maestro y no de su coincidencia con lo enseñados. Con esta pedagogía, no se construyen sujetos autónomos, sino personalidades sumisas y obedientes. Una de las más graves consecuencias de poseer un orden social sustentado en el poder de la autoridad, moral burguesa y las normas, es que el diferente queda marginado. Se convierte en alguien que no podrá ser atendido por el docente a partir de su especificidad. De ahí que la discriminación y la intolerancia subsistan también como antivalores de la educación pública mexicana.  La formación docente está enmarcada dentro de una pedagogía del sistema, es decir, se forma docentes que reproducen las relaciones de dominación para asegurar la continuidad del capitalismo. 

La escuela es una institución que añade valor a la fuerza de trabajo; el valor menor o mayor añadido a la fuerza de trabajo incide de manera importante en la retribución económica y social que el trabajador tendrá en la sociedad. Serán apreciados por su nivel de ingresos no por sus capacidades; por el status social, no por el conocimiento, el talento o la bondad. “De esa manera, se refuerza la inclinación a asistir a la escuela por el valor de cambio que representan los grados escolares, no por el valor de uso que pueda tener el conocimiento. Con una gran variedad de funciones, el maestro de la escuela pública (especialmente el de primaria) debe atender a más de 30 niños y se le exige que los forme para la vida, la democracia y el trabajo. “En esas condiciones, no hay más remedio que cumplir por la única vía que conocen los maestros mexicanos: hacerse entender, a veces a gritos e imponer orden y disciplina en el aula. Pero ese autoritarismo es endémico, estructural. 

El maestro sólo es el ojo del huracán. El profesor, en efecto, refleja a través de sus actos la cultura política autoritaria en la que vive cotidianamente. En el caso mexicano, el autoritarismo escolar se acentúa por la forma que adquiere la estructura institucional educativa. No es posible pensar en una educación participativa, dialógica, incluyente si se considera que el Sistema Educativo Nacional (SEN), especialmente en el nivel básico, se encuentra dominado por el sindicalismo en su expresión negativa con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Obligando al maestro a utilizar la pedagogía represora.  Algunos maestros han puesto énfasis en el uso de la pedagogía liberadora y critica, la cual hace del salón de clases un espacio para liberarse humanamente, que si bien no resuelven el problema educativo del sistema es un paso para formar seres críticos al sistema capitalista.  
La pedagogía liberadora es un modo diferente de concebir la educación. 

Nos han hecho entender que la educación es un mero instrumento para escalar posiciones sociales, teniendo que asimilar, para ello, ideas, valores y comportamientos que nos impone el sistema educativo del sistema. Paulo Freire, padre de la pedagogía liberadora,  dice: La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.  Por tanto las sociedades y sus modelos de funcionamiento dependen de la educación para perpetuarse en el tiempo. Pero la sociedad predominante pretende mantener ciertas estructuras y formas de poder que nosotros creemos injustos ya que no permiten el desarrollo igualitario de las personas, creando clases dominantes tanto política como económicamente. 

Este autoritarismo lo manifiesta la sociedad desde la educación para crear personas dependientes, autoritarias y competitivas que asumen las injusticias del sistema como algo natural a la humanidad, integrándonos en un sistema insolidario y que mantiene desigualdades, violencia, enfrentamientos y explotación.

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