1968-2012. ¿Qué herencia reivindicamos?

Por Francisco Navarro
Soldados en las calles, sobre ellos una pinta común
del movimiento
Eran miles en la calle, la tomaban como herramienta de presión política y  económica. La autoridad mexicana de aquel entonces, muy parecida a la de hoy, era sorda, demagoga y represiva. No había de otra, o se exigía un debate público al poder ejecutivo por la vía de la presión en las calles, o se dejaban las cosas como estaban y se sentaba uno en un banco bien cómodo a esperar que el gobierno federal convocara por su voluntad un debate público para esclarecer la represión de la que fueron objeto los estudiantes, trabajadores y maestros en los meses de julio, agosto y septiembre, cuando las fuerzas armadas reprimieron manifestaciones estudiantiles y tomaron centros educativos universitarios y politécnicos con bayonetas en mano. 

Los seis puntos del pliego petitorio de los estudiantes fueron escupidos y mofados en cada oportunidad por las autoridades federales y las fuerzas armadas. Se pedía la libertad de los presos políticos obreros encarcelados años anteriores  y de los estudiantes, trabajadores y maestros que fueron encarcelados desde el mes de julio de 1968. Pero ¿cómo se respondió?, con más represión y capturas de miembros del movimiento llenando las cárceles de Lecumberri, la de mujeres en Santa Martha y campo militar no. 1. Se pedía la derogación del artículo 145 y 145 bis del Código Penal Federal sobre el delito de disolución social, y los estudiantes fueron acusados en cada discurso de agitadores profesionales en pro del comunismo dispuestos a desestabilizar al país. 

La desaparición del cuerpo de granaderos creado para amedrentar al movimiento también fue un punto dentro del pliego, pero se respondió con más toletazos y bayonetazos. Ni los puntos donde se exigía la destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiola y A. Frías  y el deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios que ordenaron los hechos sangrientos previos al 2 de octubre pudieron ser respetados y cumplidos por las autoridades competentes. Es claro que los puntos del pliego no eran bien vistos por los funcionarios responsables de los atropellos a los sectores opositores, por eso tal pisoteo de las demandas. En un ambiente así era imposible esperar y abogar a la “buena voluntad” de las autoridades para resolver el conflicto y mover las demandas sólo por instancias jurídicas sin acciones en las calles. 

Los estudiantes tomaron las calles con todo y camiones del Poli
La intensidad de las actividades emprendidas por los estudiantes que se organizaban en torno a asambleas locales y generales era grande. Hay quienes temían las movilizaciones estudiantiles que empezaban a cobrar grandes magnitudes, sobre todo los empresarios con grandes inversiones en el país y la élite política, pues veían en estas movilizaciones la clara intervención, según ellos, de fuerzas extranjeras de carácter comunista que ponían en serio riesgo la democracia, su economía, la paz y la estabilidad social mexicana, la que además estaba cerca de recibir el fuego olímpico. Pero también había quienes se unieron a ellos codo a codo para luchar por el castigo a los culpables de la represión y por una respuesta satisfactoria a los puntos del pliego petitorio. 

Había en las calles grandes grupos de jóvenes que volantes en mano, con megáfono o sin él organizaban mítines en lugares concurridos dando información sobre los acontecimientos que sucedían, despertando conciencias en cada lugar donde paraban y generando debates populares de grandes magnitudes, llegaban a repartir seiscientos mil volantes y juntar en las colectas mil doscientos pesos diarios. Las brigadas, muchas de ellas, se movían en los autobuses del I.P.N. Los estudiantes se sentían seguros en ellos. Pero los autobuses politécnicos eran escasos, en algunas ocasiones fueron confiscados por las autoridades junto con sus tripulantes, había que obtener transporte con capacidad grande para mover a las brigadas de un lugar a otro y que además sirviera de tribuna popular. Entonces se resolvió el problema acordando posesionarse de autobuses de pasajeros que eran propiedad de empresas privadas y del gobierno. Los autobuses en cada manifestación organizada o improvisada eran ocupados por las gentes de colonias populares que subían como hormigas a los techos donde gritaban su coraje con aquel lenguaje golpeado pero claro que se habla en los barrios proles. 

Teniendo sobre sí y en su contra la “opinión publica” dominada por la televisión y los diarios, los estudiantes sabían que había que ir a las calles para contrarrestar las calumnias de las que eran objeto. Decían los diarios y la televisión, si es que decían, que los estudiantes transgredían la vida pacifica de la ciudad, que aprovechándose de sus actividades en las calles insultaban y robaban a los transeúntes en nombre del movimiento estudiantil. Y era verdad, aunque a medias.

Pintas en Ciudad Universitaria 
En las calles había grupos de jóvenes que robaban y molestaban a las gentes en nombre del movimiento, al grito vivo de ¡vivan los estudiantes, viva el Che Guevara! Era sabido que esos grupos de jóvenes no eran estudiantes, sino agentes policiacos o grupos porriles que tratando de desprestigiar al movimiento hacían tales cosas. Por eso se organizaban las brigadas que volanteaban, mitineaban y boteaban. Algunas otras, integrada por estudiantes y artistas de teatro, armaban representaciones en las calles donde los personajes inmiscuían a las discusiones políticas  a personas que ni idea tenían que todo eso era parte de las brigadas estudiantiles. Otras brigadas se encargaban de pintar las paredes de toda la ciudad con consignas políticas, al fin y al cabo si la televisión y los diarios son voceros de los intereses de la clase dominante, agentes tergiversadores de los hechos que perjudican la imagen publica de las elites y también medios por los que hace que su moral conservadora se extienda por la mente de la población, no hay más que usar las paredes como medio de difusión que sirva como puente comunicador  entre las demandas del movimiento y la necesidad de informar verazmente a la población. 

Dicen por ahí que si los medios de comunicación convencionales callan que las paredes hablen. Aunque no faltaron los intentos por borrar las consignas pintadas en las paredes, intentos  que encabezaban los grupos porriles pagados por el Estado. 

Sin duda las acciones del movimiento eran más vivas y variadas que como acá se presentan, pero lo que se pretende en este breve escrito es enfatizar que el movimiento estudiantil de 1968 no confió en que las autoridades resolvieran las demandas y se movilizaron en las calles con acciones que para unos son radicales e innecesarias pero que para ellos eran los únicos causes existentes para informar, hacerse escuchar y presionar a las autoridades para la pronta solución a las demandas. Y si alguno trata de decir que aquellas acciones fueron el detonante para la represión no hace más que caer en la misma posición que la clase dominante trata de imponer en sus medios de comunicación. No hace más que adoptar como suyos los planteamientos morales que la burguesía enarbola y a fin de cuentas justifica y aprueba la represión que el Estado ejerce sobre la protesta social. 

Camiones privados tomados por los estudiantes
Hoy se nota un olvido casi total de las tradiciones de lucha social. Los argumentos para no recurrir a ellas son casi los mismos en distintos lados. Se dice, por ejemplo, que si se liberan las plumas en las casetas de cobro vamos a dar razones para un linchamiento mediático del movimiento y dar justificación para la represión. Que el movimiento se reivindica pacifico (¿?) y no recurrirá a esas acciones por considerarlas agresivas. En fin, debemos decir que quienes frenan acciones como la libración de plumas, bloqueo de avenidas importantes, pintas políticas en las paredes de edificios gubernamentales, toma no simbólica de instituciones, medios de comunicación o empresas, son las voces más sobresalientes o las dirigencias de los movimientos. 

Aunque estamos conscientes que este tipo de acciones no salen por decreto ni porque ha sido acordada en alguna asamblea, deben trabajarse previamente para su buena y organizada ejecución. Un esfuerzo organizativo que trata de rescatar las tradiciones de lucha social es la Convención Nacional Contra la Imposición, que como ya dijimos antes, las acciones que plantea no saldrán si antes no se hace un trabajo de agitación y organización ahí donde haya gente dispuesta a luchar.   

Actualmente, sabiendo que las instancias encargadas de calificar las elecciones como legítimas y dar fallo a favor del virtual ganador de las elecciones pasadas están corrompidas hasta el tuétano. No es posible confiar en ellas cuando han declarado que las pruebas presentadas sobre irregularidades, compra de votos, etc, no son suficientes para anular las elecciones. En situaciones como las presentes siempre es valida la pregunta ¿Cómo le hacemos para hacer valer la voluntad del pueblo? No creemos que las instancias a las que acude AMLO o las acciones reformistas, en extremo pacifistas de algunos sectores del #Yosoy132 vayan a resolver la situación, lo que desde nuestro humilde punto de vista generan este tipo de medidas es desgaste, desmovilización, desmoralización y pérdida de confianza en las fuerzas de la clase trabajadora y la juventud en lucha. No hay de otra, o se le presiona con acciones bien organizadas en las calles a los señores que se aferran al poder, o nos sentamos a esperar en un banco bien cómodo a que por buena voluntad las autoridades electorales desaprueben la imposición. 


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