La resistencia de Ayotzinapa.

Presentamos, a continuación, un breve relato sobre lo que vivimos en la normal rural de Ayotzinapa, con el fin de difundir nuestras experiencias con los normalistas en resistencia. La narración, por motivos de seguridad, no es muy minusiosa, sin embargo, rescata a grandes rasgos las actividades experimentadas en nuestra estancia en dicha normal.



La Crónica.


La noticia de la represión a los normalistas de Ayotzinapa nos recibió en la normal rural “Justo Sierra Mendez”, de Cañada Honda, Aguascalientes. Nos encontrábamos ahí no en una visita de turistas, sino que nuestra estancia ahí se pensó como una parada pasajera que duraría sólo unos días para después partir a hacia nuestro verdadero destino, Ciudad Juárez.


 Después de confirmar la información, nos  dimos a la tarea de recolectar y difundir notas periodísticas  que se encontraban en línea. La distancia y la falta de una computadora fueron el principal obstáculo, sin embargo, acabamos por conseguir una laptop prestada. Intentamos pegar en el muro de cada uno de nuestros amigos de Facebook las notas de prensa que fuimos recopilando a cada hora, pero la tarea, que de por sí no es nada fácil, se veía interrumpida a cada momento por el deficiente servicio de internet que ofrecen los directivos de la normal, aunado a ello, Facebook comenzó a mandar notificaciones sobre un uso inadecuado de nuestra cuenta, amenazando con bloquearla temporalmente, y poniendo códigos en forma de “captcha” para dificultar la publicación en los muros de nuestros contactos, pese a todo pudimos colocarlo en más de 1200 muros, y pudimos romper en cierta parte el bloqueo informativo.


El hecho inesperado del 12 de diciembre hizo que modificáramos la ruta ya planeada con anterioridad. Al día siguiente desde muy temprano dejamos las instalaciones de la normal rural de Cañada Honda y retornamos. Ahora nos dirigíamos no al norte, sino al sur, a la normal de Ayotzinapa en Guerrero.

 

Con grandes esfuerzos para llegar a la normal “Raúl Isidro Burgos”, pudimos participar en diversas acciones de lucha, de los estudiantes normalistas. Hemos preferido ser partícipes de los procesos de lucha y cambio social y no meros observadores o relatores de los acontecimientos, es decir, el periodismo lo concebimos como una herramienta revolucionaria, que debe ponerse al servicio de la lucha de pueblo trabajador y la juventud. La ausencia de una cámara, grabadora y en algunos momentos hasta de papel y tinta, complicaron mucho el poder narrar a detalle toda la gama de acontecimientos que ocurren día a día con los  jóvenes estudiantes normalistas hijos de padres de muy escasos recursos, dispuestos a dar la vida de ser necesario en defensa de su derecho a una educación pública gratuita y de calidad.


Nos fue imposible hacer una bitácora de cada una de nuestros días debido a la gran cantidad de actividades de lucha que están emprendiendo los normalistas. Con escasas horas para el sueño, tuvimos que combinar largas travesías hasta pueblos y comunidades remotas deseosas de información y de colaborar en la lucha, además de las acciones dentro y fuera de la normal.

No fuimos los primeros ni los últimos en llegar. Antes y después a nosotros las normales rurales de norte a sur llegaban, también organizaciones guerrerenses fueron apareciendo, no olvidemos a los egresados de Ayotzinapa, ni mucho menos a los padres de familia de los normalistas. La normal rural Raúl Isidro Burgos se convirtió en una comunidad de combatientes, donde la FECSM ya no era la única que sostenía una lucha, sino que todos los presentes asumieron papales activos e importantes. Pero no cerremos el radio de lucha sólo a los presentes en Ayotzinapa, también camaradas de distintas partes de la república y del mundo hicieron lo suyo para expresar el repudio al gobierno represor de Guerrero.


Llegamos al anochecer, apenas tiempo nos dio de cenar algo e ir a descansar unas pocas horas, ya que al día siguiente por la mañana nos esperaba la primera actividad donde participaríamos.


La tierra de Lucio Cabañas
 
 Golpes en las puertas de los dormitorios que anuncian el inició de las actividades, despertaron a muchos de los que descansábamos, era ya la mañana del día 15 de diciembre. Esos golpes eran un tipo de sustituto del cantar de los gallos para anunciar la hora de levantarse del descanso. Afuera de los dormitorios era todo movimiento, y dentro de ellos también, al menos durante el tiempo que dura el levantarse y acomodar ropa y cobijas. Aquellos golpes, es necesario aclarar, no se hacen cada mañana, según tenemos entendido, sino sólo cuando hay actividades y se necesita de la presencia de los camaradas, por lo tanto, se pueden escuchar de mañana, tarde o noche, según se requiera.


Nos mojamos la cara para despertar y quitar algunas lagañas, después fuimos al comedor por un buen desayuno y al terminar lavamos nuestros dientes, cucharas y vasos. Todo tuvo que ser pronto, los camiones estaban listos para partir. Después de más de 4 horas de camino arribamos al municipio Atoyac de Álvarez, pueblo donde nació Lucio Cabañas y también el estudiante asesinado Jorge Alexis Herrera Pino, entrando por un gran arco con la leyenda “Bienvenidos a Atoyac”. 



Niños y personas de todas las edades. Descalzos, en shorts y con camisetas de tirantes por la temperatura tan alta en la que viven. Un gran rio a la orilla del municipio y una fábrica vieja y abandonada que sigue en pie después de tanto tiempo; además de árboles con frutos como el  mango, plátano, limón, toronja, naranja, etc., sirven para dar una breve descripción de este pueblo tan solidario. 


Nuestra llegada al pueblo fue recibida por familiares cercanos a Lucio Cabañas. Nos recibieron con agrado, platicándonos sus experiencias sobre la represión que siguen viviendo aun después del asesinato de Lucio. Ofrecieron sus hogares para el reposo de los estudiantes y de nosotros. Algunos normalistas, de los que vivían en el poblado, marcharon a su morada llevando consigo a unos cuantos camaradas. En realidad el descanso no fue mucho, algunos tomaron un baño, otros más dimos entrada a la comida, muy rica por cierto, que las manos de la gente trabajadora y combatiente nos brindaron. 


Los normalistas acompañados por habitantes del pueblo de Atoyac se dieron a la tarea de recorrer las calles que les fueron posible, tocando de puerta en puerta y de comercio en comercio, solicitando apoyo en especie o como fuese posible, claro, explicando previamente la situación de la normal rural y denunciando las acciones represivas del gobernador Aguirre y los cuerpos represivos del Estado. Por la falta de alimentos en el comedor y de recursos para poder solventar dicho gasto, la recolección de víveres y la aportación económica solidaria se ha convertido en importantísimos sustentos para la lucha. En nuestra modesta participación en la recolección de víveres pudimos recoger varias dudas que se planteaban las gentes respecto al desarrollo y el estado de la lucha de los normalistas. La gente se mostraba indignada, preguntaba ¿cómo iba el movimiento? ¿Cómo estaban los normalistas?, todos apoyaban su resistencia y su lucha. La mayoría compartía la postura de la destitución de Ángel Aguirre. Atoyac, un pueblo pobre, pero solidario. Se sentía un clima de hospitalidad y fraternidad en cada casa que pasábamos. 


El mismo día 15 de diciembre, por la tarde, se realizó una marcha silenciosa, encabezada por los familiares de los asesinados, seguidos por los habitantes del poblado y los normalistas. La tarea previa de perifoneo, volanteo y  avisos de voz en voz tuvo un buen resultado a la hora de la congregación en la preparatoria 22 de Ayotzinapa, punto de partida de la marcha del silencio. Al concluir el tiempo de espera, que se da para las personas que por alguna razón llegan con demora, la marcha dio sus primeros pasos. 





Aunque los gritos de indignación no se escucharon, por obvias razones, los rostros sí derrochaban dolor, indignación y sobre todo rabia. Durante todo el transcurso de la marcha los volantes informativos y de denuncia iban parando en cada mano y leído por cada par de ojos que se topaban con la manifestación, la mayoría de las veces esos ojos eran los que exigían leer los volantes y mandaban a las manos por su obtención.  Cuando se llegó al Zócalo, terminó de la marcha, oradores del poblado de Atoyac y normalistas lanzaron sus discursos donde los principales contenidos giraban en torno al seguimiento de la lucha para poder castigar a los responsables materiales e intelectuales de los asesinatos. La madre de Alexis Herrera, uno de los jóvenes asesinados, dijo con voz quebrada y mejillas mojadas: “No tengo palabras para expresar mi dolor, lo único que quiero es justicia…”.
 

Partimos, después de terminada la manifestación, de aquel poblado solidario donde se construye un museo que conmemorara la lucha del maestro revolucionario Lucio Cabañas. Cuatro horas de nuevo rumbo a la normal de Ayotzinapa, con un cansancio evidente. Las bolsas, costales, cajas, etc. de víveres recolectados fueron bajadas del camión y llevadas a la cocina después de que llegamos a las instalaciones de la normal. Así termino nuestro primer día en las actividades de Ayotzinapa, pero, el día aun seguía para los compañeros que les tocaba hacer guardia nocturna.



La lucha es larga… el camino también.


De nuevo los golpes en la puerta para levantar a los compañeros, otra vez mojarse la cara para despertar, desayunar y lavarse la boca para partir rumbo a la marcha en la capital del Estado, Chilpancingo. Una hora de camino desde la normal hasta Chilpancingo. Llegamos a la “avispa” cansados por el viaje, íbamos de pie por que no había suficientes asientos disponibles, priorizando que las compañeras descansaran en los lugares.


Una marcha relativamente numerosa, con un aproximado de 2000 personas, provenientes de diferentes organizaciones sociales de Guerrero y otros estados y contingentes normalistas de Cañada Honda, Amilcingo, Tenería, Panotla, Tiripetío, Saucillo, Atequiza, Teteles, Aguilera, San Marcos, Mactumacza, Tamazulapan logró congregarse y caminar durante algunas horas soportando el sofocante clima guerrerense, pero eso no importó ni tenía que importar, “ni la lluvia, (ni el sol), ni el viento detendrán al movimiento”. Varias mantas, cartulinas y hasta pintas sobre paredes expresaron el repudio al gobierno de Guerrero, al Federal también, y  acompañaron el camino de la marcha por las calles de Chilpancingo. 



 Gritos de mujeres, niños, padres, hombre, etc. eran escuchados por todo aquel que se cruzaba con la marcha, haciendo reflexionar (esa, de hecho, es la intención), quizá, al transeúnte o al conductor que los oía. “Alerta con Guerrero, estado guerrillero”, “Al gobierno no le importa a los pueblos educar, le importa la policía y la fuerza militar”, “Genaro Vázquez Rojas tu lucha no fue en vano, el fusil que nos dejaste lo llevamos en la mano” son algunas de las consignas que retumbaron aquel día por tierra caliente y llevadas por el viento a otros lares, sobre pasando los límites Guerrerenses e incluso los nacionales. El papel de información, de organización y de agitación política que juegan los periódicos, boletines y volantes no podía estar ausente en aquella manifestación. Lo mismo que en Atoyac, en Chilpancingo la gente se acercaba para solicitar su dotación personal, aunque unos llevaban de más diciendo que los daría a  personas interesadas en la verdad.




Los discursos, que habitualmente siguen después de una marcha, se dijeron en el Zócalo de Chilpancingo, frente al palacio de gobierno. Oradores y oradoras de organizaciones del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), secciones 22 Y 18 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Parota (Cecop), normalistas, etc. transitaron por el templete. Todos ellos de acuerdo en el juicio político a Ángel Aguirre y su destitución, en el llevar la lucha hasta las últimas consecuencias, en entrarle a los “chingadazos” de ser necesario, etc. pero con distintas maneras de expresarlo, unos con menos expresión corporal y verbal y otros con machete en mano agitándolo hasta romper el aire gritaban y escupían digna rabia. Aunque muchas groserías se dejaron oír, en boca de ellos sonaba a pura verdad dulce, como suena para los católicos las frases escritas en la biblia. Además de verdades, eran adjetivos bien aplicados, no podía dudarse de su buen uso, hasta un literato amante del buen uso del habla hubiera aplaudido lo dicho ahí. 




No hizo falta en aquella movilización el combustible que hasta el revolucionario más abnegado requiere. Después de que la lista de oradores se agotó y de cantar “venceremos” con el puño izquierdo en lo alto, como si quisiéramos golpear con todas las fuerzas a los opresores, se lanzó desde el templete la invitación a todos los presentes para hacerse de un buen plato de alimento. La fila de personas en espera de aquel plato no paro de crecer, hasta permanecer constante después de varios minutos y hasta desaparecer después de pasar esos varios minutos. Que siempre hay personas solidarias dispuestas a gastar sus energías, sus recursos económicos, sus despensas alimenticias, etc. lo puede ver uno en luchas vivas, en las barricadas, en las huelgas, en los plantones, en la revolución…

 Los camiones repletos de gentes cansadas parecían barcos con tripulantes exhaustos por una jornada de lucha, pero con ganas de seguir la batalla al día siguiente, y al siguiente y al siguiente y así hasta lograr la victoria. La manifestación en Chilpancingo termino y los autobuses con las gentes dentro como verdadero motor del bus partieron de aquella capital a los lugares de donde vinieron. Unos regresaron a Atoyac, otros a Coyuca, otros a Tixtla, otros eran de ahí, de la capital y muchos otros, obviamente, a la normal de Ayotzinapa. En particular, nosotros íbamos en un bus con dirección a Coyuca como parada primera para proseguir a Atoyac y después a la normal. En aquella primera parada el bus se estaciono a unos metros de una caseta de vigilancia de la policía municipal. En seguida dos o tres municipales con armas largas se acercaron al bus como cuando los lobos se acercan a su presa, con ojos fijos y pasos firmes; no paso nada lamentable, solo hicieron preguntas que tuvieron respuestas prontas y certeras para que dejasen de cuestionar y dejaran nuestro camino seguir.


 

Se constituye la resistencia.


10:00 pm, se comienzan a sacar mantas de tela blanca, alrededor de 20; pintura, reglas, lápices, masking,  y brochas. Compañeras normalistas se aglutinan en grupos de 10 a 15 personas para comenzar a pintar texto sobre las mantas, todas sin zapatos para no ensuciar la mata. Proceso arduo y complicado, centrar el espacio de trabajo en la manta, trazar cuidadosamente  las letras con ayuda de la regla, poner masking en el contorno de ellas, pintarlas con delicadeza de rojo o negro,  corregir posibles errores y retirar el masking. Más de una laboriosa hora se llevaron en terminar las mantas, algunas de ellas, hechas también por egresados normalistas. “Alto a la criminalización de la protesta social”, “juicio político a Ángel Aguirre”, “Ayotzinapa vive, la lucha sigue” y otras consignas de protesta se leían sobre las mantas extendidas y colgadas para que secará la pintura. 


Rápidamente se retiro todo el material de trabajo, y se acondiciono la explanada de la normal rural de Ayotzinapa para el mitin con el que se constituiría el movimiento. Eran casi las 12:00 am. Contingentes de las normales que estaban presentes comenzaban a aglutinarse cuidadosamente llenando todo el espacio disponible. El comité de orientación Política e Ideológica (COPI), o los compañeros de Relaciones Exteriores (RELEX) de cada normal, comenzaban su discurso con una cita de algún revolucionario para después, hablar sobre su solidaridad con la normal de Ayotzinapa y los estudiantes en resistencia. Terminaban gritando una consigna que los normalistas repetían con enjundia. Todos poniendo atención, o por lo menos, guardando compostura frente a los oradores, disciplina. Disciplina es lo que hay entre los normalistas, se retiran hasta que todos los oradores hablen, gritan todas las consignas, no hablan mientras está llevándose a cabo el mitin, entre otras cosas ponen en evidencia los principios que se les inculcan. 




Casi la 1:00 am cuando se cantó “venceremos” y, claro, también la “internacional” para cerrar con broche de oro el mitin que dio inicio al movimiento. Poco a poco los contingentes se retiraron a sus dormitorios para descansar, ya que al día siguiente también había actividad.



 La despedida en Atlica.


Temprano por la mañana, de nuevo los golpes en la puerta para levantar a los compañeros, otra vez mojarse la cara para despertar, desayunar y lavarse la boca, ahora nos dirigíamos a la comunidad de Atlica, pero esta vez sólo íbamos tres de los cuatro compañeros que viajábamos, el otro se quedó “porque su organismo funcionaba a su ritmo”. No logró terminar de hacer sus necesidades fisiológicas antes de la partida del bus donde nosotros íbamos. 


Poco más de dos horas de camino para llegar a Atlica. Calles sin pavimento, casas de adobe, techos de lámina, personas descalzas, etnias nativas, burros, ganado, marranos, gallinas eran lo que se veía a grandes rasgos. Con volantes en mano, varios grupos de 4 o 5 personas, nos dimos a la tarea de brigadear casi todas los hogares del municipio, no eran muchos, pero era una difícil tarea por la temperatura tan alta que había, además de la diferencia del relieve. Gente muy humilde, que sin saber del todo lo que había ocurrido con los estudiantes, donaban algunos pesos, verduras, maíz e inclusive piezas de pan que ellos mismos vendían, para que nosotros comiéramos.  Al terminar el brigadeo de unas cuantas horas, regresamos a Ayotzinapa, para después partir hacia Ciudad Juárez, y escribir otra historia.










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